lunes, 7 de mayo de 2007

EL SENDERO VERDE DE LA LUZ


El retejador ingresó al parque. La Druida y el no-monje esperaban en la entrada. Las hojas, la alegría de jugar y el bello sonido de la madre naturaleza dotaban de virtuosidad al primario escenario.


Caminar, conducir, exhibir el sudor y procurar respirar al ritmo de la cadencia eran las labores presagiadas para ellos. Curiosamente, el camino era conducido por largos puentes, reflejos del antes y el después de la cuarta dimensión. Ellos los guiaban hacía una dura prueba. Los latídos rápidos de la presión arterial en la cabeza, la angustia en sus manos y el sudor en las plantas de los pies presagiaban un momento único. La selva se abría paso de forma respetuosa pero lenta.


Un portal agreste atrevesó el firmamento, trasladando de esta forma a los visitantes hasta la puerta del infierno interior. El primero en cruzar fue el no-monje. Inquieto, miedoso y asustadizo caminó lento e inseguro por el sendero del espejo, los dragones lo atacaron, despiadados, brutales, sangrientos y exagerados. Serpientes de mar buscaron su cabeza, desgarraron su traje y desnudaron su interior. Al medio del paso las fuerzas lo abandonaron, su ego salió corriendo, la muerte estaba a escasos metros...Por esto dicen que las ratas son las primeras en abandonar los barcos. La suerte estaba echada y nadie podría salvarlo... Curiosamente mientras el no-monje cruzaba por el laberno, la Druida sólo veía un gran árbol caído, colocado entre dos montículos de tierra a pocos metros del suelo, sin saber que ese espejismo la pondría frente a frente con sus miedos, quimeras y desgarros.


El trayecto del joven aprendiz lo puso pálido, al llegar al extremo sus maestros lo esperaban, una parte del camino estaba recorrido, ahora, el regreso sería igual de duro y mágico. Había enfrentado a su demonio, pero la victoría todavía estaba en duda. Aunque al regreso los lobos aullaban con menos fuerza, el sinsentido de la no luz todavía estaba presente.


Cuando por fin puso sus pies en tierra firme. La druida lo recibió curiosa, algo había distinto y bello en su rostro. Movida por la curiosidad y la inquietud la Druida inició el viaje. Al medio del trayecto sólo había un árbol... en eso Dios apagó la luz, se fueron los dogmas y enseñanzas, quedando sóla frente al mal de su interior. Una poderosa, vieja y asquerosa bruja movió el bosque para provocar la caída de la bella y ancestral constructora. El frio recorrió su cuerpo, la sangre se congeló y el paso del tiempo se hizo eterno.


El rostro de la traición apareció desde su espalda, el miedo más profundo dió paso al descontrol y la frustración se plantó encima de su rostro. En rápido movimiento la Druida se deshizo de su miedo y sintió sus ojos llenarse de lágrimas... el milagro sucedió y su boca dejó entrar el fuego eterno del nuevo amor...

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