El combate marcial, realizado entre hermanos o hermanas, puede constituir una de las experiencias màs maravillosas de nuestro aprendizaje. Como decía el viejo adagio, mientras màs sude cuando entreno, menos sangrarè en la batalla.
El combate no es un acto de competencia, debe ser asumido con realismo y seriedad. Nuestro compañero de camino agradecerá cada golpe o marca que logres penetrar en su defensa. Sientete con la libertad de mostrarle sus debilidades, toca sus cabellos cuando baje la guardia, patea sus muslos cuando se quede pegado al piso, repite una y mil veces el golpe efectivo que no pudo detener, quizàs a la mil y una, lo haga y logre bloquearlo o desviarlo de su trayectoria, en ese momento ambos habràn tenido una maravillosa enseñanza de vida.
Hazlo tu, muestrale sus debilidades, enseñale con cariño, aplica compasión, certeza y control, nada hay por perder o ganar, quizàs de ese combate dependa que tu y el logren mejorar sus formas y prepararse para los avatares del destino.
Ser compasivo no significa ser condescendiente, si no eres capàz de marcarlo y con el amor del universo mostrarle sus fallas, lo màs probale que ante una situaciòn de riesgo, su reacciòn sea tardìa y poco eficiente, lo que pondrà en riesgo la vida de tu hermano y llenara de frustraciòn tu camino marcial.
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