El poder de la simpleza.
En una entrevista, el Dalai Lama entregó su visión del Karma y de la reencarnación, manifestó que estos conceptos están relacionados con la necesidad de terminar con las tareas y obras no finalizadas en las vidas pasadas. Así de simple, sencillo y práctico.
La definición del Venerable me plantea varias reflexiones. Para mi, el fin de la vida es vivir en armonía, paz, felicidad y sobre todo libertad, por ende, me cuesta creer que el determinismo político, económico, espiritual o filosófico, sean la guía para terminar con las tareas pendientes.
Hace un tiempo compartí con una persona que me planteó que las relaciones Karmikas debían enfrentarse desligándose de ellas en un 100% por ciento. Terminando los afectos y sentimientos por decreto. Por supuesto, que respeto todas las posiciones que se puedan tener en la vida. Pero disiento profundamente con esa mirada del determinismo espiritual.
Con esa misma persona, compartí preciosas experiencias. Pero al finalizar nuestra relación, recibí sufrimiento, dogmatismo, imposición, indolencia, un paquete de ropa enviado por Chileexpres, ofensas, esquizofrenia y un mail en donde se explayaba a través del ofrecerme perdón, de todos los motivos para sacarme de su vida, incluso como amigo.
Dentro de los motivos estaban: “Que mientras había estado conmigo, había salido lo peor de ella, que nuestra relación sólo había sido sólo dolor y sufrimiento, que era mi culpa que ella se hubiese anquilosado en el sufrimiento y la constante crítica, que yo tenía el poder de controlar la mente de las personas, que mi energía invadía su campo espiritual, que solo vivimos en la ilusión, que mi aura tenía una mancha oscura, que dentro de mí, vivía un dragón y un demonio, que yo vibraba más lento y por debajo que ella”
Dura, pero enriquecedora experiencia. Hoy con la madurez, que solo da el tiempo, he logrado traspasar esa vivencia a ciertas disposiciones. Para terminar con las tareas pendientes hay que esforzarse en el aquí y ahora, para transformar los sentimientos culposos y obcecados en actos más libres y sanos. No se termina el Karma por decreto espiritual. Es una simple cobardía ampararse en dogmas para atacharle al resto mis propias falencias y carencias. Si deseamos terminar con las tareas pendientes, debemos enfrentar y trasformar nuestras actitudes, de lo contrario sólo posponemos y agrandamos ese vínculo.
En el caso mostrado, la tarea era aceptar, por una parte, que cuando se termina el amor de pareja si se puede mantener un vínculo de amistad cariñoso y sobre todo respetuoso. Por otra parte, el crecimiento espiritual es algo concreto y no etérico. No hay evolución en la cobardía, el miedo, el dogma o la indolencia. Si no hubiese culpa, no existiría la necesidad de terminar pidiendo perdón.
Toda esta experiencia me ha permitido sacar enriquecedores lecciones, primero, agradezco por todas y cada una de mis vivencias, la experiencia es la maestra más sabia que he conocido. En esos mismos términos sólo tengo palabras de agradecimiento para las personas que han compartido este camino conmigo, nace en mí un gigantesco sentimiento de compasión por ellos y especialmente por ella. No soy yo el indicado para enseñar o dar consejos. Simplemente me permito disentir. El otro día escuché “es muy sabio aquel que conoce a los demás, pero es un iluminado quien logra conocerse así mismo”.
Terminar con mis tareas pendientes pasa por no hacerme cargo de los que los otros puedan imponer como visión sobre mi, confiar en mi luz interior, trasformar la pena en compasión, no odiar al desamor, mas bien entender con tranquilidad y plenitud las miradas de los otros sin que afecten mi vida. No sufrir por personas que viven, según yo, en el dogmatismo y el pajeo mental o espiritual. Ser consecuente entre lo que digo y hago, llevar la vida a una experiencia divina y justa. Seguir creyendo que no hay mayor maestría que la humildad, el acto justo, la mirada bella y el corazón dichoso para percibir la luz en cada uno de los seres sintientes del planeta. Sólo de nosotros depende mirarnos con los ojos del amor o cegarnos con los ojos de la complejidad, para vivir la vida mirándonos el ombligo.
En una entrevista, el Dalai Lama entregó su visión del Karma y de la reencarnación, manifestó que estos conceptos están relacionados con la necesidad de terminar con las tareas y obras no finalizadas en las vidas pasadas. Así de simple, sencillo y práctico.
La definición del Venerable me plantea varias reflexiones. Para mi, el fin de la vida es vivir en armonía, paz, felicidad y sobre todo libertad, por ende, me cuesta creer que el determinismo político, económico, espiritual o filosófico, sean la guía para terminar con las tareas pendientes.
Hace un tiempo compartí con una persona que me planteó que las relaciones Karmikas debían enfrentarse desligándose de ellas en un 100% por ciento. Terminando los afectos y sentimientos por decreto. Por supuesto, que respeto todas las posiciones que se puedan tener en la vida. Pero disiento profundamente con esa mirada del determinismo espiritual.
Con esa misma persona, compartí preciosas experiencias. Pero al finalizar nuestra relación, recibí sufrimiento, dogmatismo, imposición, indolencia, un paquete de ropa enviado por Chileexpres, ofensas, esquizofrenia y un mail en donde se explayaba a través del ofrecerme perdón, de todos los motivos para sacarme de su vida, incluso como amigo.
Dentro de los motivos estaban: “Que mientras había estado conmigo, había salido lo peor de ella, que nuestra relación sólo había sido sólo dolor y sufrimiento, que era mi culpa que ella se hubiese anquilosado en el sufrimiento y la constante crítica, que yo tenía el poder de controlar la mente de las personas, que mi energía invadía su campo espiritual, que solo vivimos en la ilusión, que mi aura tenía una mancha oscura, que dentro de mí, vivía un dragón y un demonio, que yo vibraba más lento y por debajo que ella”
Dura, pero enriquecedora experiencia. Hoy con la madurez, que solo da el tiempo, he logrado traspasar esa vivencia a ciertas disposiciones. Para terminar con las tareas pendientes hay que esforzarse en el aquí y ahora, para transformar los sentimientos culposos y obcecados en actos más libres y sanos. No se termina el Karma por decreto espiritual. Es una simple cobardía ampararse en dogmas para atacharle al resto mis propias falencias y carencias. Si deseamos terminar con las tareas pendientes, debemos enfrentar y trasformar nuestras actitudes, de lo contrario sólo posponemos y agrandamos ese vínculo.
En el caso mostrado, la tarea era aceptar, por una parte, que cuando se termina el amor de pareja si se puede mantener un vínculo de amistad cariñoso y sobre todo respetuoso. Por otra parte, el crecimiento espiritual es algo concreto y no etérico. No hay evolución en la cobardía, el miedo, el dogma o la indolencia. Si no hubiese culpa, no existiría la necesidad de terminar pidiendo perdón.
Toda esta experiencia me ha permitido sacar enriquecedores lecciones, primero, agradezco por todas y cada una de mis vivencias, la experiencia es la maestra más sabia que he conocido. En esos mismos términos sólo tengo palabras de agradecimiento para las personas que han compartido este camino conmigo, nace en mí un gigantesco sentimiento de compasión por ellos y especialmente por ella. No soy yo el indicado para enseñar o dar consejos. Simplemente me permito disentir. El otro día escuché “es muy sabio aquel que conoce a los demás, pero es un iluminado quien logra conocerse así mismo”.
Terminar con mis tareas pendientes pasa por no hacerme cargo de los que los otros puedan imponer como visión sobre mi, confiar en mi luz interior, trasformar la pena en compasión, no odiar al desamor, mas bien entender con tranquilidad y plenitud las miradas de los otros sin que afecten mi vida. No sufrir por personas que viven, según yo, en el dogmatismo y el pajeo mental o espiritual. Ser consecuente entre lo que digo y hago, llevar la vida a una experiencia divina y justa. Seguir creyendo que no hay mayor maestría que la humildad, el acto justo, la mirada bella y el corazón dichoso para percibir la luz en cada uno de los seres sintientes del planeta. Sólo de nosotros depende mirarnos con los ojos del amor o cegarnos con los ojos de la complejidad, para vivir la vida mirándonos el ombligo.
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