

El demonio había condicionado la iluminación del monje a cometer uno de tres pecados, asesinar, dejarse llevar por la lujuría o beber alcohol, en una sabia y lógica determinación Lyn, decidió ingerir el brebaje, pensando que sería el menor de los pecados, todo subió a su cabeza y el color rojo llegó a sus mejillas, Chinkiu la bella joven que siempre iba a recibir sus enseñanzas entró a la cueva, el monje ya no la veía como una discípula, su deseo lo llevó a tocar sus pechos, besar sus mejillas, acariciar su cuerpo y a penetrarla una y otra vez. En eso, el novio de la niña loco por la desesperación de las horas que pasaban fue a buscar a su amada, encontrándose con la turbia escena de engaño. Furioso y colérico golpeó al monje, quien, con una certera patada, desgarró la cabeza del engañado joven, matándolo en el acto. El Monje fue derrotado y el Demonio logró sus tres pecados. A veces el pecado más simple puede ser el principio del camino al lado oscuro...
Voltaire encontró al monje desgarrado, muriendo, agonizando dentro de una caja de pandoras, los murciélagos y sus pesadillas le cortaban el cuerpo. Su alma pendía de un hilo y el descontrol era total. Lo que antes fue luz, ahora era sólo pesar lacónico. Rápidamente el alquimista se sentó a su lado, sin entender la falta de fortaleza de quien algún día le enseñó a estirar su espalda y a sentarse por 10 minútos sin moverse. Los molinos de viento se movían con fuerza, todos corrían peligro, la druida escuchó el dolor del monje, con quien mantenía un pequeño enojo, pero su lejanía y cansancio le impedían ayudarlo. En eso, el viejo y sabio alquimista, optó por una drástica y osada decisión, o llevaba al monje al templo para recibir las curaciones o lo obligaba a enfrentar a sus ángeles caídos. Corrió hacia su blanco caballo, amarró las manos del monje y lo obligó a correr rápidamente para salvar su vida. Si no se movía el caballo lo arrastaría hasta cortar sus brazos. El monje corrió y corrió, cuando ya no tenía aliento y su pecho iba a explotar de cansancio, cerró sus ojos y vió como tres de sus maestros lo llamaban a pararse y reencontrar la luz, una garra de tigre en su pecho le enseñó que el dolor fortalece, un golpe de pierna en la cabeza le mostró la luz de la compasión y el grito del águila prendió sus espíritu con el fuego de la vid. Sus cabellos crecieron y cambiaron de color, el blanco de la sabiduria llegó hasta sus hombros, una barba incipiente creció, mientras su fuerza sideral se fusionó con el viento, cortó las amarras y voló por encima de los hombros del viejo y sabio alquimista, que confortado, supo que había reencontrado a su hermano, amigo y fiel maestro-discípulo y de paso reconoció que podía emprender su viaje, por que la Druida era su igual y estaría firme para enseñarle al monje que la dureza del alma y el no darle en todo en el gusto, es el acto de amor más grande del universo, y que la posesión absurda y miedosa que buscaba el ángel caído, sólo traería innecesario sufrimiento...
A mis hermanitos y hermanitas de sangre y de espíritu, a los bellos entes que una vez más me salvaron de mis garras... gracia spor tus palabras, gracias por tu cariño, gracias por haber nacido en mi familia y gracias a tí por haber aparecido en mi vida y no permitir que te amará con sufrimiento y control.
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