
Había una vez un pobre y sedentario monje, sentado en su choza. En la noche entraron unos ladrones y le robaron las pocas pertenencias que poseía. Incluso sus arapos. Aguantando el dolor de las heridas propinadas por los bandoleros, el sabio se sentó frente a lo que quedaba de casa y mirando a la Luna exclamó- pobres ladrones se han llevado lo menos importantes y no alcancé a regalarles la Luna-
Gracias por el abandono jajajajaja
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