miércoles, 14 de marzo de 2007

Rayos y Centellas




El oso saltó sobre mí, mi princesa estaba rendida en el suelo luego de una larga y robusta batalla, Mafuba la tomó por sorpresa, su energía vital se aislaba del mundo, la luz roja endemoniada caminaba sin cuartel hacia ella. Un puño, un golpe de grulla, una llave al cogote y mil luces. Los arañazos rompieron mi boca, su fuerza descomunal me lanzó lejos.
Nada podía frenar a la bestia. En ese momento cuando todo estaba perdido, desde el espacio sideral una espada ancha y larga me fue entregada por un extraño ser. Era el León, que desde el paraíso se metió en mi cuerpo para acompañarme una vez más en la batalla contra la confusión y el mito. Sólo con su ayuda pude liberar al Dios de mi ego, penetré con fuerza y decisión el oscuro corazón de la Bestia. Magullado y herido corrí para asistir a mi bella Druida. Ella languida y cansado abrió un poco sus ojos y sólo se limitó a decir... tus artes son bien arcaicas... y cayó rendida ante morfeo. En mi interior una coqueta risa inundó el lugar mientras la cobijaba en mi hombro. Insisto, le dijo mientras dormía, sólo sé amar combatiendo, meditando y ayunando...

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