
No tengo respuestas. Para nada. Tampoco quiero tenerlas. Dudo de tí, de mi, del sol, de la luna, de los dioses, de la plenitud, de la paz, todo es ambiguo y caótico. Repaso centímetro a centímetro la existencia y aunque percibo la luz, quiero seguir buscando, escudriñando dentro de mi corazón. La señal de caín pegada en mi frente me hace dudar.
La cuarentena universal inflinge dolor y desconsideración. No concibo el camino espirtual como un acto con nombre, método o apellido, la forma amarra y coarta el libre albeldrío. Creo que dentro de los dogmas cualquiera que sea, incluso el de no tener dogma, nos amarra a algo que inflinge dolor y egoísmo.
No quiero poseer ni siquiera a un dios o a un ángel. Si me amas que sea en libertad disfrutando del existir juntos. Que mis palabras muevan al cielo y al infierno y que Dios y Satanás sigan jugando a las marionetas, por que no me interesa el falso juego dicotómico del bien y el mal.
Los seres humanos estamos demasiados condicionados con el pasado y el porvenir del futuro. Cuando lo importante es el aquí y ahora. Vivir, ser felíz. Dudar y comenzar a respirar. Para qué más fantasmas, druidas, monjes y estructuras que nos ligan al dolor y el sufrimiento del querer ser y no de simplemnte SER?
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