Reúno las palmas en el centro de mi corazón. Alzo una plegaria por los que ya no están. Imagino mi mundo interior extrapolado al exterior. Recuerdo el eterno combate entre la grulla y la serpiente. Veo al gran maestro Damo cortándose las pupilas para no cerrar los ojos, mientras abre su corazón para escuchar el grito de las hormigas.Siento la presencia del maestro, veo las murallas naranjas de su templo, las puertas café de la madera caoba, abiertas de par en par para recibir a los visitantes. Bajo de mi barco y sé que me espera, le haré mil preguntas occidentales, que le darán risa y compasión.
No puedo transmutar su figura en una imagen plausible, simplemente evoco su maravillosa energía. Luego de morir en vida, volveré a buscar su camino de compasión, entendimiento, realidad y consecuencia.
Me sentaré a meditar y esbozaré una sonrisa por los guerreros y guerreras que me han acompañado en este viaje. Recordaré el preciso instante en que el amor tocó mi corazón y la luna alumbro mis ojos... Una vez más, como la primera vez.
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